Ollanta Humala es el nuevo presidente del Perú aunque el 48.5% de la población no esté de acuerdo. El mandatario electo, paradójicamente, no sólo es rechazado por la mitad del país sino crea en ella un auténtico miedo -la caída de más de doce puntos de la Bolsa de Valores de Lima al día siguiente de su elección es un claro ejemplo.
¿Cómo, entonces, un personaje con tanto rechazo pudo llegar a ocupar el cargo político más importante de la nación? Por un calculado y estratégico manejo de campaña que no sólo 'vendió' la imagen de un remozado y democrático Ollanta Humala sino que aprovechó de manera oportuna los errores del rival.
Fue una competencia que, aunque tuvo repuntes y giros, estuvo marcada por estrategias centrales de campaña en ambos bandos. Gana Perú tuvo claro desde el inicio que el Humala del 2005 no iba a aganar la elección, por lo que transformaron absolutamente al ex comandante.
Desde su discurso político y económico y hasta sus gestos y atuendo fueron transformados. La estrategia para ganar la segunda vuelta era convencer a la población de que Humala era otro. Un candidato plural, democrático, moderado y alejado de la sombra de Hugo Chávez.
Por el lado de Fuerza 2011, la meta trazada fue desligarla del padre y demostrar que era una candidatura independiente, opuesta al atroz gobierno de la década de los 90.
Ambos arrancaron de manera distinta. Tras concoerse que ambos pasaban a segunda vuelta, Keiko Fujimori, ante miles de seguidores y la prensa nacional y extranjera, proclamó al gobierno de Alberto Fujimori como el mejor de la historia. Con un desatino político asombroso vociferó los “logros” de la década fujimorista sin tomar en cuenta las sentencias contra varios de sus integrantes.
El primer paso de Gana Perú fue más inteligente, lejos de endurecer su política y darle la espalda a las modificaciones, se alió de inmediato con técnicos independientes para modificar y descafeinar -en palabras de Vargas Llosa- su plan de gobierno.
En los día siguientes, y tras el repunte de Keiko, Humala y su equpo se encargaron de 'vender' bajo todas las formas posibles el famoso cambio: cambios de programa de gobierno, acercamientos a figuras como democráticas y respetadas de la política y las artes, como Alejandro Toledo y Mario Vargas Llosa.
En la esquina naranja, la autoproclamada independencia de Keiko Fujimori, respecto de su padre, se fue desgastando con las evidencias d ela participación activa de Alberto Fujimori en la campaña.
Además, si buscaban desligarse del gobierno dictatorial que tuvieron, las frases 'poco felices' que lanzaron frente a la televisión de señal abierta, termianorn por tirar abajo cualquier intento por llegar a palacio."El presidente del Poder Judicial tendrá que responder por la sentencia a Fujimori”, fue la primera señal. La frase amenazante que Martha Chávez le lanzó al juez César San Martín por televisión, le costó la censura permanente a la congresista pero no fue el último traspié naranja.
“Nosotros matamos menos” y “las esterilizaciones no fueron contra su voluntad sino sin su voluntad” -frases que el vocero del partido, Jorge Trelles, y el candidato a la vicepresidencia, Rafael Rey, respondieron, respectivamente, cuando no pudieron encontrar más justificaciones a las matanzas del régimen fujimorista y a su abusiva política de esterilizaciones forzadas- terminaron por confirmar el temor de algunos indecisos.
El fujimorismo, pese a sus esfuerzos, no había cambiado.Ni corto de prerezoso, Gana Perú aprovechó estos 'pases de taco' para mantenerlo en la agenda mediática y en el imaginario popular los últimos 15 días de campaña. Haciendo muestra de un olfato político agudo, restregaron las metidas de pata fujimoristas una y otra vez.
El triunfo humalista radicó en eso: convencer del cambio de Humala y remarcar la naturaleza u sus oponentes. UNos consiguieron su propósito los otros se quedaorn en el camino.
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