sábado, 21 de mayo de 2011

CERCA DE LA VIDA Y LA MUERTE


JAVIER ASCUE, 42 AÑOS DE ENTREGA AL PERIODISMO

El reloj marcaba las 11 de la noche, y el gatillo de una pistola parecía anunciar el final de un viaje largo. Javier había caminado días enteros hasta llegar a la frontera entre Perú y Colombia: la misión era entrevistar a Tiberio, un lugarteniente de la FARC. Y justo allí, en medio de la selva, cuando Javier estaba a punto de cumplir con su tarea, un soldado jugaba a la ruleta rusa.

Una bala, dos, tres, cuatro, y nada... Como otras veces que estuvo a punto de morir, el Taita como lo llaman, se había salvado una vez más y viviría para contarlo, escribirlo y publicarlo en El Comercio.

Javier Ascue Sarmiento, o Javicho o el Taita, como le dicen, es un hombre que a pesar de las excentricidades que personas como el ostentan, ha sabido ganarse la amistad de todos: ladrones, vagabundos, gente famosa, gente odiada, etc. Y eso mismo lo ha llevado a conseguir las mejores noticias. Porque “Un enviado especial, nunca puede fallar”.

De Pajaro frutero a Periodista

Nacido en Toraya, un pueblo pequeño de la serranía de Apurímac, Javier creció junto a su abuela.

Por cosas de la vida, sus padres se separaron e hicieron su vida lejos de él. Pero, como muchos peruanos, decidió migrar a Lima en busca de su madre cuando tenía 11 años. Ahí comenzó una larga lucha por sobrevivir junto a su abuela. La cuadra 6 de las Malvinas fue testigo de sus primeros trabajos. Trabajó en todo y de todo.

“No conocía a mis padres. Me vine en un camión y yo no me quería subir, el camión era el transporte de la época. Me acuerdo que tenía dos pisos, abajo estaban los animales y arriba los pasajeros, y yo como niño pensaba que el carro se había tragado a los animales y no quería que me trague a mi”

“Llegue a la Av. Argentina, en las Malvinas, cuadra 6 y empecé a trabajar de “pájaro frutero”, no robaba carteras, robaba frutas, jalábamos una manzana, un plátano, era por necesidad. Después mi abuela y yo trabajamos de recicladores y juntábamos una platita para la comida. A los 16 años trabaje de mozo pero me botaron por ser menor de edad”cuenta Javicho.

Él dice que todo el mundo debe decir que está loco, al saber de sus trabajos, pero no le importa enumerar sus ocupaciones, desde Pájaro frutero (ladron de fruta), pasando por lustrabotas, reciclador, fotógrafo ambulante, hasta convertirse en uno de los redactores principales de El Comercio.

A los 19 años la necesidad lo llevo a ser fotógrafo ambulante, la plaza San Martin era su paradero, fue allí donde conoció a un periodista de El Comercio, quien lo invito a presentarse como fotógrafo en el diario. Y Javier acostumbrado a los retos, decidió apuntarse. Fueron 40 fotógrafos con los que concurso, y claro, se quedó con el puesto.

Entre risas hace una confesión: “He sido un fotógrafo ambulante y a mucha honra. Con los años se hizo la renovación de personal y solo se quedaron los mejores, aquellos que habían estudiado en la San Martin y yo decía que también venia de la San Martin…pero de la Plaza San Martin”

Fue el año 1970, año que Javicho nunca olvidaría. Cuando sin saberlo, fue en busca de su verdadera pasión. Todo el país permanecía en shock después del terremoto de Yungay, pues ni un medio de comunicación había podido llegar al lugar de los hechos, a Javier le entro la curiosidad y decidió emprender un viaje no autorizado por su diario. Aun sabiendo que lo podían despedir se lanzó a descubrir su primera noticia.

En medio de la cordillera de los andes, junto a otro fotógrafo, viajo días en una mula, hasta encontrar las Cuatro Palmeras, lo único que había quedado de Yungay. Envió la noticia con un antiguo amigo de la policía. Y su publicación dio la vuelta al mundo. Fue justamente está travesía lo que lo convirtió en redactor principal de El Comercio.

Desde entonces su existencia estaría llena de muertes, tragedias, llanto, y por supuesto, él siempre estaría allí para contarlo. Dispuesto las 24 horas de los 365 días del año sería periodista, como lo demanda la profesión.




Hasta que la muerte los separe...

A pesar de que su vida había dado una vuelta completa, algo le hacía falta: una compañera. Volvio a su pueblito y allí encontró a su amor, Clorinda Merino o Clori, con quien se casó a los 22 años. Una mujer hermosa que supo vivir al lado de un viajero incansable, de un apasionado, la que hasta hoy permanece con él.

“Me case con Javier sabiendo que su vida es el periodismo, lo entendí poco después de nuestro matrimonio: cuando teníamos unas semanas de casarnos, lo enviaron a Pucallpa a buscar un avión de Lanza que cayó en la navidad de 1971. Regreso a los 15 días y durante el viaje apenas tuvimos contacto”

Ella hace memoria de los tantos viajes que su esposo había hecho, sus ojos reflejan las angustias que le causó cada desaparición. A pesar de la lejanía ella agradece que Javier siempre se preocupara por enviar a alguien para decirle que estaba bien, que estaba vivo.

Como producto de ese amor, tuvieron un hijo, un hombre que como Javicho, se apasiono por el periodismo, pero en el camino descubrió que tenía una gran voz y hoy pronto a casarse trabaja haciendo voz en off, y como dice Javier gana un montón de plata.

El mayor dolor de Javicho

Pero hay algo que entristece el corazón de Javier. En medio de las historias que me cuenta, pensar en su único hijo refleja en sus ojos verdes claros, la tristeza de un padre que no compartió los momentos más importantes con su pequeño.

A causa del trabajo y de sus imparables viajes no pudo acompañar a los partidos de futbol, cantar feliz cumpleaños, estar en las alegrías y tristezas, caídas y triunfos de su hijo. Ahora se da cuenta que la ausencia en esos pequeños detalles lo alejaron del corazón de su primogénito.

Un hombre como el Taita, también tiene sus tristezas, pero por más que lo recuerdan sus amigos, dicen que jamás los han visto fuera de control. Lino Chipana, fotógrafo de El Comercio, que lo acompaño en busca de Tiberio, dice que no conoce otro hombre tan sereno como él.

“Admiro su serenidad, pero una vez lo vi impaciente, en el 2002 cuando buscamos a Tiberio. No nos dejó hacerle fotos, pero sí que cada uno nos tomáramos una con él. Cuando me toco le di la cámara a Javier y apretó muy fuerte el disparador y tomó varias fotos. Un guardia de Tiberio, lo apunto con un arma: ¡ha dicho solo una foto!”.

El Taita sigue siendo el maestro

Y es con esa misma serenidad con la que me recibió en su local del Jr. Orbegoso, donde tiene un taller de imprenta, un negocio que comenzó hace 10 años con un amigo, José. Empresa a la cual se dedicó por completo desde hace año y medio, fecha que se jubiló de El Comercio.

Con una despedida que fue en la mismísima casa de los Miro Quesada y que incluyo una banda de música folclórica para Javier, porque el Taita , ama su música, su cuy Chactao y sus jefes lo sabían.

Una de las que más admira a Javier, es la señora Silvia Miro Quesada, hoy Editora de Servicios Periodísticos de El Comercio. Ella sabe que Javier es todo un maestro.

“Javicho es mi maestro, mi Taita, porque fue con él con quien hice camino al andar. Cuando entré al diario como practicante en 1981, Juan Jose Esquerre, papa Esquerre, jefe de la Sección Lima de está época, le pidió que se encargara de mí. ¡Y vaya que lo hizo! Javier me enseño el ser, el saber hacer y saber ser del periodismo”

Hoy, el taita, ya no realiza viajes, no va a la guerra interna de Ayacucho, no está con los muertos de Bagua, ni cuenta noticias policiales .Ya no es enviado especial, pero se dedica a brindar las más exquisitas experiencias del periodismo a los nuevos posibles enviados especiales.

Le gusta salir con su esposa al mercado, a almorzar, a caminar, hablar con su hijo y a veces como hoy, contar cuántas veces estuvo cerca de la muerte.

Su rostro está marcado por el paso del tiempo, sus cabellos blancos como la nieve, su nariz aguileña, y sus ojos verdes claros, muestran cuanto ha vivido.


¿Por qué cree que a pesar de estar cerca de la muerte, sigue vivo?
Creo que Dios siempre me ha protegido, he tenido un ángel de la guarda. Varias veces estuve cerca de la muerte, pero haciendo mi trabajo me sentia vivo.

¿Ese ángel lo salvo de ser el noveno periodista de los 8 periodistas que murieron en Uchurahay?
Si, me baje del auto en el que íbamos para entrevistar a los cabecillas de Sendero Luminoso.

Estuvimos en el camino, yo era el más viejo, unos días antes tuve un accidente y se necesitaba caminar mucho, pensé que entorpecería su trabajo. Además tenía un mal presentimiento y decidí quedarme en medio camino.

Después me entere que habían sido asesinados, todos.

2 comentarios:

  1. Sin duda es un ejemplo de vida. Hoy el diario El Comercio da cuenta de su muerte en un accidente de tránsito, y sólo podemos decir, hasta siempre maestro, de seguro el cielo necesita un periodista de tu talla y talante....

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  2. Javicho te conocí por medio de otro gran maestro, Carlos el "Chino" Dominguez, tenias en mente realizar una gran edición en tu imprenta que estaba cerca a la plaza Alfonso Ugarte, después coincidimos en diferentes comisiones, Nos enteramos de tu fallecimiento en un accidente en el rió Tarma, Dios te bendiga Taita!!

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