domingo, 5 de junio de 2011

Agrio Deceso

¿La muerte es dolorosa? ¿Los balazos tienen alguna justificación? Quizás esas fueron las últimas palabras de Hardlyk Gutiérrez Ticlahuanca al momento de ser asesinado por una banda de delincuentes.

Hardlyk Gutiérrez Ticlahuanca (18), como todos los días, se levantó y salió a la calle junto a la bolsa de golosinas que siempre llevaba bajo sus brazos. En busca de traer dinero a su casa, Hardlyk vendió caramelos, chocolates y galletas alrededor del poblado distrito de San Juan de Lurigancho. Subió y bajó a los micros, habló y estrechó la mano por unas pocas monedas, y caminó y hasta corrió al intentar encontrar nuevos compradores. Sin embargo, Gutiérrez Ticlahuanca nunca volvería a caminar por el distrito. Ese jueves sería asesinado por un balazo en la cabeza.

El hecho ocurrió en la manzana l, lote 18, del jirón Manzano, en el distrito de San Juan de Lurigancho. Cinco asaltantes bajaron de un auto con placa EIP – 863 y atacaron a Hardlyk. El adolescente mostró firmeza, a pesar de la diferencia de número. Eran cinco contra uno, pero el daba cara. Golpes y patadas le caían; y él siguió resistiendo a los ataques. En un momento cayó al piso y al instante se volvió a levantar. No había nada que frenará la oposición de Gutiérrez Ticlahuanca.

Pero no pudo más. Uno de los cinco ladrones, desesperado por la entereza del joven, sacó un revólver y no vaciló a la hora de dispararle a la cabeza. Fue un certero tiro con lo que Hardlyk se desplomó al suelo. Al instante el vendedor de golosinas yacía tirado en la vereda gris del jirón Manzano, mientras los asaltantes escapaban nerviosos producto del sonido de la bala.

La sangre manchó las calles. Se tiñeron de color rojo y Gutiérrez Ticlahuanca resistía, ahora a la vida. Inmediatamente los vecinos de Lurigancho salieron a auxiliarlo. Unos observaron si el joven aún seguía con vida y otros buscaron un taxi para llevarlo al hospital más cercano.

“Nosotros tratamos de ayudarlo. La verdad, yo ya lo veía muerto, pero hice todo para socorrer al pobrecito. El chico estaba todo empapado de sangre y no paraba de temblar. Quisimos auxiliarlo, en serio, pero ya era tarde” señaló Luisa Condori, una de las vecinas.

Horas más tarde, según los propios vecinos, Hardlyk terminó muerto, a pesar de haber sido llevado al Hospital Materno Infantil de San Juan de Lurigancho. Sus restos ahora yacen en el hospital del distrito y quizás nadie recuerde al adolescente que vendía sus golosinas por las calles del jirón Manzano.

La sangre de su cadáver será limpiada y borrada de la vereda del jirón. Y con el tiempo la gente olvidará que un día un grupo de criminales mató a un pobre adolescente que sólo trataba de subsistir a la vida que le tocó vivir.

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