Ante la sentencia del expresidente Alberto Fujimori por violación de Derechos Humanos, el especialista Juan E. Méndez sostuvo que este proceso judicial brindó una lección sobre la democracia latinoamericana “cuando líderes elegidos popularmente transforman su mandato en una licencia para la autocracia y quiebran cualquier límite al ejercicio de poder”.
Ecuador y Venezuela son los mejores países para ejemplificar la cita de Méndez. Estos gobiernos cuentan con particulares estratagemas políticas para obtener el poder usando el modelo democrático. Salvando las diferencias entre Fujimori y los presidentes de Ecuador y Venezuela, el método del referéndum resulta sutil para forjar una “dictablanda”.
Las declaraciones de Hugo Chávez en 1998, cuando dispuso respetar los cinco años de gobierno, así como la libertad de expresión, resultan un amargo recuerdo al contemplar la situación actual de Venezuela: el padecimiento de una dictadura de doce años, que deja como saldo un 28% de inflación, una de las más altas cifras en la economía internacional. A pesar de tener motivos estadísticos para no seguir con el mismo líder político, el referéndum del 2009 apoyó la reelección de Chávez.
Rafael Correa, presidente de Ecuador, realizó este mes un referéndum para regular los medios de comunicación y el Consejo de la Judicatura, con la creación de consejos regulatorios para afianzar su línea. Pese a las pretensiones estatistas en un país convulsionado por las revueltas sociales, Correa logró obtener el favor popular en el referéndum para convocar una asamblea constituyente, refrendar la Carta Magna y aprobar su implementación.
El referéndum –o la expresión de la democracia radical, según Correa- resulta una vía dictatorial con dotes de populismo, que intrínsicamente connota la idea de un “presidente salvador”, por no decir intervencionista. Cuando una sociedad tiende a demandar nuevos organismos para la administración de justicia o supervisión de las empresas periodísticas, facilitan propuestas autoritarias para que el Estado tenga mayor dominio en la vida civil, eludiendo la responsabilidad del ciudadano fiscalizador. En otras palabras, el referéndum resulta una vía gratuita a mayor poder, aligerando las responsabilidades ciudadanas.
La indisposición de Correa en negociar con la oposición si pierde el referéndum es un ejemplo. En palabras de Correa: “Si perdemos, olvídense, preferimos irnos a nuestra casa (dimitir) que claudicar frente a la partidocracia”, declaró a una radio local.
¿Y como peruanos qué nos debería preocupar? Estando en una tensa elección presidencial, donde Keiko Fujimori se disputa el cargo contra Ollanta Humala, quien en el 2006 tuvo un mensaje político emparentado con el chavismo, la tendencia latinoamericana parece permutar en nuestra consciencia antes de votar. Mientras Keiko Fujimori tuvo que lidiar con el pasado dictatorial de su padre, Ollanta Humala trata de desvincularse de una política internacional que parece explayarse en su plan de gobierno.
¿Acaso los órganos independientes para la prensa y el Poder Judicial, que forman parte del primer plan de gobierno nacionalista, no son medidas que reflejan lo acontecido en Ecuador? ¿Acaso el nuevo cambio de plan de gobierno no responde a una crítica mediática, cuando bien puede replantearse estas medidas en un referéndum, luego de que el líder nacionalista ostente el poder?
Estas son preguntas que parecen coincidir con una tendencia internacional. Sin embargo una pregunta persiste: si se logra, vía referéndum o congresal, la creación de concejos reguladores como planteó el primer plan de gobierno nacionalista, ¿se parecería a Hugo Chávez o Alberto Fujimori?
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