viernes, 17 de junio de 2011

Miradas académicas sobre la corrupción en el Perú

*Tres académicos analizan sus posibles causas

*Resultados de las encuestas de Ipsos Apoyo dan alerta sobre el problema.

Miradas académicas sobre la corrupción en el Perú

La percepción negativa de la corrupción como obstáculo para el desarrollo del país se ha ido incrementando con los años. A pesar de ello, los últimos gobiernos no han logrado las debidas políticas para combatirla adecuadamente.

Según la última encuesta a nivel nacional elaborada por IPSOS APOYO 2010, la corrupción ocupa el primer lugar d en la percepción ciudadana sobre otros problemas que aquejan al país como narcotráfico, educación, salud, medio ambiente, etc.

La mayoría de entrevistados coincide en colocar al Congreso de la República y los partidos políticos como las instituciones más corruptas. Mientras, la iglesia católica y la Defensoría del pueblo se posicionan como las instituciones más confiables.

Existen muchas hipótesis de las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales para explicar el fenómeno de la corrupción. Una conversación con tres expertos de distintas disciplinas, pero con un enfoque novedoso sobre la problemática nos permitirá ampliar la visión del problema.

La corrupción bajo la perspectiva de género

Desde la aparición de las mujeres policías en diversas áreas de la PNP, era muy a menudo escuchar sobre lo insobornables y lo bien que acataban la ley. Por supuesto que hay excepciones. En alguna ocasión los medios de comunicación nos mostraron in fraganti a policías femeninas en plena coima.

El sociólogo peruano Gonzalo Portocarrero sostiene que la transgresión es un fenómeno mayoritariamente masculino. “ Es una cuestión de sentido común: Basta comparar la proporción de hombres y mujeres en las cárceles. La diferencia es de doce a una”, comenta. Afirma que en mujeres es menor porque tienen más internalizada la ley y los mandatos sociales.

“Tiene que ver con una educación cultural, el hombre se afirma como hombre a través de la rebelión y la transgresión. Desde la adolescencia, el niño consolida su masculinidad muchas veces transgrediendo las normas, desobedeciendo y no escuchando los mandatos de la madre para consolidar su autonomía. Es un condicionamiento cultural que refuerza la actitud”, dice.

Adriana Añi Montoya, filósofa especializada en temas de ética, cree que la hipótesis de que los hombres tienden más a la corrupción y la violación de normas tiene validez desde el punto de vista de una ética feminista. “La ética feminista enfatiza las diferencias entre la moralidad masculina y femenina y coloca esta última como patriarcalmente modelada”, comenta. Agrega: “ La visión feminista no tiene que ser la última palabra, es una visión más y al final la tradición cultural es el condicionante modelador”.

La transgresión ya es parte de nuestra colectividad.

No hay duda de que nuestra sociedad posee una predisposición colectiva a conceder la quiebra de determinadas normas en nombre de cierta eficacia. “ Todo tenemos rabo de paja, es decir somos solidarios en la culpa”, dice Portocarrero.

Adriana Añi cree ,que para comprender el fenómeno de la corrupción, hay que identificar el conjunto de valores implícitos que existen y son valorados en una sociedad. “ En nuestra sociedad se ha ido consolidando antivalores como patrón de conducta. Por ejemplo, la figura del criollo, el vivo, el tránsfuga de alguna manera es aplaudida”, sostiene.

Subraya: “ Desde la colonia hemos tenido una sociedad con costumbres transgresoras. Muchos funcionarios españoles querían sacarle la vuelta a la corona. Progresivamente se han ido instaurando conductas transgresoras. Solo los incas tuvieron costumbres más comunitarias, donde primaban valores como la reciprocidad”.

La problemática de la corrupción en el Perú es un problema moral colectivo que enfrenta nuestra sociedad. El factor educativo es esencial para formar un correcto patrón de conducta. Así lo respalda un estudio estadístico elaborado por Transparencia Internacional.

Para el filósofo Gonzalo Gamio Gheri, profesor universitario de la PUCP y especialista en temas de ética, piensa que uno de los factores que facilita la corrupción es la falta de conciencia de ser realmente un ciudadano. “ Hay una precariedad de lo que significa ser un ciudadano y esto se relaciona con la calidad de educación recibida”, dice. Enfatiza: “ En la educación actual, especialmente en las escuelas públicas, existe una tradición autoritaria en la que el maestro educa a los estudiantes en una disciplina, mientras ellos poseen una actitud pasiva. No se incentiva la reflexión crítica y eso tiene impacto en la formación ciudadana”. Añade que la relación entre estudiantes y profesores posee la lógica súbdito-ciudadano, en vez de ser horizontal y democrática. Esta relación se reproduce en la esfera pública, pues somos más súbditos que ciudadanos.

A todo esto se le agrega el mal ejemplo proyectado por ciertos programas de televisión. “ Programas cómicos como Los Chistosos refuerzan patrones de conductas, en vez de cuestionar. Por ejemplo si hago un chiste machista y muchas mujeres se ríen, significa que se refuerza y acepta la costumbre”, señala Añi.

Ambos expertos coinciden en la importancia de la educación como formadora de los cimientos para una adecuada educación moral y conciencia ciudadana. Además, de ser la manera más adecuada para fortalecer nuestra frágil democracia. “ Cuanto mayor es el índice de democracia directa, menor es el riesgo de corrupción”, finaliza Gamio.

Ahora que tenemos electo a un nuevo mandatario esperemos que sus políticas anticorrupción sean las más adecuadas. Se ha comprobado estadísticamente que el grado de desarrollo y bienestar de una país guarda una correlación directa con los niveles de corrupción. No es coincidencia que en el penúltimo informe de Transparencia Internacional sitúe a países como Somalia, Myannar, Irak y Chad con los índices más altos de percepción sobre corrupción. Curiosamente los países mencionados enfrentan índices altos de pobreza.

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