La acusación de violación a Dominique Strauss-Khan, director gerente del Fondo Monetario Internacional, trae al imaginario colectivo el descaro de las autoridades y altos funcionarios que han sido acusados sobre el mismo tema.
Un caso notable es el de Silvio Berlusconi por el juicio de abuso a la menor “Ruby Rompe corazones”, marroquí de 18 años, con quien se supone tuvo relaciones cuando ella era menor de edad.
Tras una primera tanda de declaraciones victimizadas de la joven; ella ahora lo niega todo. Mientras tanto disfruta de la fama y la atención que ha ganado tras la cobertura de los hechos. En caso de que haya sido usada, ella está sabiendo sacar la ventaja necesaria con su esbelta, voluminosa y alta figura que tampoco la deja pasar desapercibida.
Lo remarcable es que Berlusconi ha tenido ya dos divorcios producidos por infidelidades, ambos involucrando a mujeres menores de edad. Esto demuestra una recurrencia en su comportamiento, que no le favorece en el argumento de que él quiso ayudar a la joven a salir de la prostitución.
Además de Karima El Mahroug, verdadero nombre de Ruby, existen muchas chicas que participaban en las fiestas del mandatario. Tres de ellas han relatado que las fiestas no eran solo “cenas elegantes” sino espacios eróticos y sexuales.
Y aunque ese comportamiento haya sido avalado por el canal 9 del país italiano; un gran sector de la población europea no está de acuerdo en que se justifiquen abusos contra la dignidad de las mujeres. Menos aún aprovechándose de la condición pobre o necesitada de las mismas.
Por eso, de ninguna manera pueden justificarse ese tipo de comportamientos que ya se le conocen a Berlusconi a lo largo de su gobierno. Frases como “mejor que me gusten las mujeres guapas que los gays”, resaltan su descaro y despreocupación.
El pasado 31, en la continuación del juicio el mandatario brilló por su ausencia. Esto no solo demuestra el poco compromiso con la justicia sino la forma de ser de este italiano irresponsable.
Lo irónico y rescatable es que si Berlusconi es sentenciado como responsable de los cargos sería procesado bajo una medida que su propio gobierno instauró para luchar contra la prostitución infantil con una pena que no permite reducciones. Estaría entonces, recibiendo de su propia medicina.
Sin lugar a dudas, la joyita que resulta ser el primer ministro italiano no se limita a mujeres sino también a fraude fiscal, corrupción judicial y apropiación indebida, temas por los cuales aún mantiene juicios pendientes.
Es increíble, pues, para toda la nación que su mandatario esté envuelto en tantos problemas vergonzosos y que llegan a influenciar a la nación a nivel de confiabilidad y desarrollo frente a otros países de la Unión Europea.
Berlusconi, con este comportamiento, se convierte en el ejemplo de las autoridades que se ponen a ellos antes que los intereses del país, como una estrella solitaria que brilla por sus travesuras, excesos y engreimientos que abalan en su millonaria fortuna. Es impensable cómo este tipo de personas son reeligas.
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