lunes, 20 de junio de 2011

Caer con gracia


No es tan practicada como el fútbol ni reconocida como el surf, pero no cabe duda que la gimnasia artística es una de las disciplinas más bonitas de la gama deportiva. Y como en todas las cosas hermosas, la belleza cuesta.

Brazos delgados y musculosos. Abdomen marcado. Piernas robustas, firmes. Velocidad, precisión, fineza, pulcritud. Arte. Dolor. Tiene apenas ocho años y ya posee todo esto. En su mínimo 1,20 de estatura no existe grasa corporal. Y si quiere puede rascarse la cabeza con los pies.

Estoy en el salón de entrenamiento de Gimnasia Artística del Club Regatas. Mientras el día nublado cae varias niñas en mallitas corren y saltan a la vez en diferentes posturas y aparatos. Susana*, está en el suelo. Bueno, mas bien en el aire, tocando brevemente el piso para impulsarse y seguir dando vueltas y haciendo figuras.

El ejercicio de suelo está atado a la música. La gimnasta debe usar la melodía y la coreografía armoniosamente mientras hace un uso versátil del espacio del suelo, cambiando la dirección y el nivel de movimiento. Los elementos gimnásticos - mortales, volantines, aspas de molino - deben fluir libremente durante el ejercicio, mientras que los saltos deben cubrir grandes distancias y las piruetas y giros añadir emoción a la música. Todo esto en 12 metros cuadrados.

La gimnasia artística no es una disciplina fácil. No sólo exige mucho trabajo corporal – estiramientos, abdominales, pesas, ejercicios cardio-vasculares – si no que requiere muchos sacrificios. Sacrificios que van desde no poder comerse un helado hasta renunciar a la estatura que podrías tener.

Probablemente el aparato más espectacular de gimnasia son las barras asimétricas. Micaela* está dando vueltas en una. Parece tan fácil al verla dejarse llevar por la fuerza centrífuga de sus movimientos pasar de una barra a la otra. Pero se necesita mucha práctica – y muchos golpes – llegar a perderle el miedo a las barras. Ella, por ejemplo, practica desde los cinco años. Ahora, a los 10 este aparato es su favorito.

Apenas cumplido el primer lustro de nuestra vida, cuando muchos de nosotros estamos aprendiendo a escribir y leer, ellas además empiezan a formarse en esta disciplina. Sus padres deciden inculcarles un deporte que les traerá muchas satisfacciones, pero que requiere renuncias difíciles de entender a esa edad.

Las niñas entrenan cuatro horas diarias gimnasia. Tienen tres instructores que las guían durante su rutina. Hacen abdominales de cabeza, con los pies detenidos en unas barras de madera pegadas en la pared. Levantan pesas. Corren. Saltan, dan vueltas, se tiran sin miedo al aire y caen en una tina gigante de cubos de espuma. Se golpean, se doblan, se caen. Se paran y siguen dando vueltas incansablemente todo ese tiempo.

Tienen una dieta especial, baja en grasas, calorías y proteínas. Hasta los años 90 las dietas de las gimnastas eran tan rigurosas que causaban la disminución de la estatura en las deportistas. Desde entonces son más cuidadosos en ellas, incluso hay estudios que demuestran que la dieta y el ejercicio de esta disciplina mejora la osificación de los huesos en las jóvenes, pero no por esto dejan de ser rigurosas. Tanto que en época de competiciones comer un dulce queda terminantemente prohibido.

Un poco alejado de las barras está el caballete, una barra de madera forrada en cuero 1,20 de alto y 1,60 de largo. El ancho de la barra es de poco más de 30cm . Victoria* mantiene el equilibrio en ese espacio y cae parada luego de hacer un mortal.

El salto practicado en este aparato es uno de los que requiere más de esfuerzo. La gimnasta corre de forma acelerada, despega y llega literalmente volando al caballete y debe caer parada. Luego, intentará siluetas aéreas que deben terminar "clavadas" a la barra, sin dar ningún paso de más.

Los moretones, torceduras, dislocaciones y fracturas son el pan de cada día. Rara vez terminan un entrenamiento sin algún golpe nuevo o el empeoramiento de alguna contusión vieja. La hiperextensión – fuerza que hace que una articulación se estire más allá de su arco normal – trae consecuencias como dolores, hinchazones o rotura de ligamentos. Además son frecuentes las lesiones en músculos como los cuadríceps y en la espalda.

Las lesiones frecuentes interfieren con la técnica provocando que la gimnasta recurra a movimientos que le ayuden a evitar el problema, pero que son defectos que pueden causar grandes perdidas en el puntaje durante las competencias. A veces es mejor sentir el dolor para tener una actuación perfecta.

Me vuelvo a encontrar con Susana, esta vez en la viga, una barra igual de alta que el caballete y con cinco metros de largo, pero de tan sólo 10cm de ancho. Este es sin duda el aparato más difícil de todos. En esos poco centímetros las niñas tienen que realizar movimientos gimnásticos, acrobáticos y de danza.

Aunque es una disciplina hermosa, la gimnasia en nuestro país es un deporte casi inexistente. Fuera de los clubes, son pocos los lugares donde se puede practicar en Lima. En provincia, la gimnasia cayó en el olvido total.

Si bien ahora están muy entusiasmadas, dentro de unos años todas – o casi todas – estas niñas dejarán de practicar este deporte. Uno de los entrenadores me señala que los 15 son la edad de la deserción. En este tiempo las ya no tan niñas dejan la disciplina, crecen como cualquier adolescente y no regresan.

Es por esto que nuestro país aunque reciba premios en competencias internacionales infantiles no llega casi nunca a competencias superiores. Susana por ejemplo ganó hace poco medallas en los Panamericanos, junto con otras niñas del Club. Pero los auspicios, el apoyo institucional y mantenerse en el rigor de la disciplina no siempre dan buenos resultados.

Ya de noche dejo la sala de entrenamiento, cuando las nanas, mamás y papás vienen a llevarse a sus hijas a casa. Sólo de mirarlas y tomarles fotos estoy cansada, ¿cómo estarán ellas? Y pensar que esto se repite todos los días. De cierta manera entiendo la deserción. Ser deportista es sin duda, siempre, un gran sacrificio.

*Los nombres han sido cambiados.


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