Visitar la plaza Dos de Mayo después de mucho tiempo y verla llena de improvisadas carpas donde dormir; hechas con cajas de cartón, bolsas gruesas y retazos de telas es, sin duda, una visión desconcertante. En la actualidad el monumento histórico se encuentra habitado por cientos de personas y entre ellos está Demetrio Ruíz.
“El señor Ruíz no se encuentra, pero debe llegar en media hora más o menos”, dijo uno de los trabajadores azucareros. “Ya aprobaron la ley, seguro ahora viene a decirnos cuando nos vamos de acá”, añadió un compañero, mientras intentaba ver a lo lejos si llegaba alguna nueva noticia.
Desde el 11 de enero, se encuentran instalados en la plaza Dos de Mayo un conjunto de trabajadores azucareros provenientes de la provincia de Lambayeque. Ellos trabajan para las empresas de Pomalca, Tumán y Cayaltí; y se tomó esta medida de protesta para que el Congreso apruebe la ‘Ley de Protección Patrimonial’.
Demetrio Ruíz Ríos, el secretario general de la Federación de Trabajadores Azucareros del Perú (FTAP), en este instante, se encuentra en el camino de regreso del Congreso. Había estado ahí toda la mañana, como muchas otras, luchando por lo que él y sus representados consideran justo.
Él es natural de Lambayeque, tiene 56 años y es “padre de familia de cinco hijos, todos mayores de edad”. ¿Desde hace cuánto tiempo es secretario general? Queda pensativo ante la pregunta. Pareciera que él mismo no lo sabe. Quizá, en ese momento, solo cabía pensar en la recién obtenida aprobación de ley. “Desde hace más de diez años”, atinó a contestar finalmente.
Esta tarde, en la plaza, se encuentran un grupo de trabajadores azucareros, impacientes por la llegada de Demetrio Ruíz y los demás representantes frente al Congreso. Saben que la ley ha sido aprobada y esperan para escuchar las palabras del secretario general. Ellos quieren saber qué es lo que sigue a esta huelga, que lleva ya cien días.
“El señor Demetrio es un hombre muy empeñoso, estamos orgullosos de que un hombre como él nos represente”, apuntaba el trabajador azucarero Jorge Nevado, al ser preguntado por el secretario general de la FTAP, mientras lo esperan.
Un silbido alerta a todos y se puede ver que se acerca Demetrio Ruíz, seguido de un grupo de personas. Él cruza la avenida con la mano derecha en alto, en señal de victoria. Al llegar es circundado por los trabajadores mientras lo aplauden y arengan en favor de los azucareros del Perú.
Continúa derecho y con la mirada fija hasta el centro de la plaza. Los azucareros lo siguen. Se le acercan para darle la mano y agradecerle. En este momento, se asemeja bastante a un candidato en campaña. Finalmente, sube una de las tres gradas del monumento en honor a los héroes del combate y se dispone a hablar.
Antes, el señor Wilberto Cabrejos, presidente del Cuarto Directorio de Tumán, le daba las gracias a Ruíz y a todos los azucareros por la insistencia que los llevó al triunfo. Pablo Arce Benítez, gerente de finanzas, hacía lo mismo. Por fin, con la unión de los azucareros, lograban vencer a los grupos de poder dentro del Congreso “que solo buscan beneficiar a los monopolios”, señaló Cabrejos.
Demetrio Ruíz viste un pantalón jean azul y una camisa, también azul, a rayas. Es de contextura gruesa y está dentro de la estatura promedio del peruano. Luce bastante seguro de sí mismo a primera impresión y en su mirada se percibe cierta tranquilidad, sensación que se ha generado probablemente tras obtener un resultado favorable.
Toma la palabra y lo hace enérgicamente. Al mismo tiempo, más de un medio de comunicación lo espera para recoger sus declaraciones. Sabe que es importante hacerlo y declara en cuanto medio se le acerque a pedírselo.
No importa que las preguntas sean prácticamente las mismas o que tenga que hacerlo frente a una cámara, grabadora de mano o celular, siempre se muestra gustoso a contestar con el mismo ánimo que tenía en la primera entrevista.
En todo momento, Demetrio Ruíz es acompañado por dos trabajadores azucareros. Lo siguen constantemente y, aunque no lo son, dan la impresión de ser sus guardaespaldas, lo que le da un mayor aire de importancia. Él solo se preocupaba por atender a toda la prensa.
Después de cien días de protesta, está decidido a dar el siguiente paso, regresar a casa. “Una vez aprobada la ley, no tenemos nada más que hacer en esta histórica plaza”.
Demuestra su empeño y tenacidad, al afirmar que de la plaza no se iban a ir hasta que se apruebe la ley. “Mis compañeros y yo íbamos a permanecer aquí el tiempo que sea necesario, incluso pensábamos que íbamos a ver el cambio de gobierno”, afirmó. Una vez logrado el cometido, podemos regresar tranquilos con nuestras familias que nos esperan con ansias”.
“Demetrio es un hombre luchador, que no se rinde. Nunca cree que va a perder”, señala la prima del dirigente. Sus familiares ya saben la buena noticia y lo han llamado para saludarlo. “Mi familia, mis hijos están contentos con el triunfo y ahora me esperan de regreso”, señala Ruíz.
Es enérgico al hablar, pero también condescendiente. Agradece a todos los congresistas que estuvieron con ellos desde un principio. Le da las gracias, también, a la plaza Dos de Mayo y a la ciudad de Lima “que ha cobijado a todos los trabajadores azucareros durante este largo periodo”.
En unas horas, tendrá una reunión con los ejecutivos de la federación y con el comité de apoyo a esta lucha para tomar una decisión. Demetrio Ruíz se adelanta y promete desalojar la plaza lo más pronto posible, no sin antes limpiarla y dejarla tal y como la encontraron. “Si es posible, la dejaremos mejor de cómo la encontramos”, puntualizó.
Durante el tiempo que estuvo en la plaza Dos de Mayo, recibió varias amenazas de desalojo por parte de la Municipalidad de Lima y del Ministerio del Interior pero nunca se alteró. “Si venía la policía a desalojarnos, no íbamos a oponer resistencia”, aseguró.
“Esta es una huelga pacífica, es más, vamos a extrañar a todas las personas que trabajan alrededor de la plaza y que hemos conocido en estos 100 días; nos hemos vuelto muy amigos”, finalizó.
El sol se ha ocultado y la temperatura bajó. Demetrio Ruíz se encarga ahora de supervisar la olla común que se encarga de alimentar a los azucareros. Solo pasan unos minutos y la prensa vuelve a acercarse a pedirle una declaración. El dirigente toma aire y, con su mejor semblante, responde gustoso.
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