Ocho millones de historias tiene la ciudad de Nueva York, dice una conocida canción. Miles de personas suben todos los días al subterráneo de Nueva York, aquel “subway” que inspiró a películas de todos los géneros. Robos, asesinatos, apariciones de fantasmas y la fascinación de conocer al amor de tu vida, tantas situaciones han sido ambientadas aquí. Se estremece el piso bajos los pies, parece un temblor y nadie se inmuta. Escuchas un ruido metálico a lo lejos y ¡qué tonta!, era el metro. Le toma tiempo a algunas personas acostumbrarse al hecho que debajo hay toda una maquinaria de transporte.
El calor sofocante de la ciudad empeoraba cada vez que tenía que descender hacia una estación para movilizarse. El aire caliente que envuelve el ambiente cada vez que alguno de los trenes se acercaba era desesperante. Es aliviante cuando, ya dentro del vagón, el aire acondicionado y los asientos frescos te reciben.
Las amplias aceras de la ciudad invitan a caminar tranquilamente por las calles. Se descubren departamentos muy hermosos por Park Avenue. En cada esquina puedes encontrar algo interesante. El famoso Central Park es uno de los lugares más representativos de la ciudad y puede parecer muy hermoso en la televisión o en las películas. En realidad, la cámara no logra captar ni un tercio de su esplendor.
Times Square, uno de los tantos emblemas de la ciudad, frente al cual es imposible no detenerse en la mitad de la calle por unos minutos y observar boquiabierto ante la cantidad de luces y color que se pueden encontrar en aquellas esquinas. Son anuncios publicitarios pero, ¡qué lindos! Todos los días a partir de las seis de la tarde, se tiene que cerrar la calle pues las grandes aceras no se dan abasto. Empieza la avenida Broadway con sus grandes teatros y al caminar es inevitable pasar por los ductos de ventilación y no recordar a Marilyn Moroe con su vestido blanco.
Literalmente hay cientos de personas detenidas en la calle observando los grandes paneles publicitarios. Aquellos anuncios que recubren a todos esos edificios como una piel con imágenes en movimiento y sus sonidos hasta que se pierde la noción del tiempo.
Gran cantidad de autos y taxis abarrotan las calles a toda hora, largas filas se forman y el tráfico aumenta cuando se llega al centro de la ciudad. Los atascos son monumentales si se está en el lugar incorrecto a la hora menos indicada. Lo mismo sucede con cualquiera de los grandes puentes que unen a la bahía de Nueva York con el estado de Nueva Jersey.
En la llamada zona financiera, el ambiente es completamente diferente al anterior. Aquí las calles están siempre abarrotadas de peatones que caminan apresuradamente en todas las direcciones. Vestidas muy elegantemente y hablando por teléfono. Sin notarlo, se llega a la emblemática Wall Street. No es difícil imaginar que en aquellos edificios tan lujosos y tan serios –a diferencia de Times Square- se congregue uno de los poderes económicos más grandes de Estados Unidos y del mundo.
Es comprensible porqué esta ciudad, tan poblada, tan grande, tan famosa, ha inspirado tantos productos culturales, tantas películas, tantas canciones, tantas series. Aquellos grandes edificios que no se pueden admirar completamente sin una posterior contractura de espalda.
La ciudad es una jungla de concreto donde los sueños se crean, dice una conocida canción. No a todos les agrada una ciudad como esta. Entre tantos edificios, gente, autos y movimiento, es difícil encontrar calma y tranquilidad. Aún así, hasta los más incrédulos, sin saber cómo, terminarán sonriendo al final del día, sintiéndose un poco culpables quizás por haber sido tan mezquinos con la ciudad antes de conocerla. Estas calles harán sentir como nuevo, las grandes luces te inspirarán, culmina la canción.
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