viernes, 24 de junio de 2011

Casado, pero sin derechos

Casado, pero sin derechos

La falta de dinero es un problema que conoce bien la mayoría de peruanos. Sin embargo, a Andy García Granados le ha tocado vivirlo a través de un drama muy particular: su esposa está a punto de irse a otro país en un viaje que no tiene fecha de retorno buscando un mejor empleo; por más que él  ha buscado trabajo nunca lo han llamado y los bancos no le aprueban ningún préstamo. Por si fuera poco, su madre sufre de cáncer, y aun así se las arregla para mantener sola a seis hijos. Y Andy García tiene solo 16 años…


Texto:  Israel Guzmán

Andy y Stefany se conocieron en una discoteca de Comas en mayo del 2010. Era el cumpleaños de un amigo en común, él la sacó a bailar y al final de la noche le dio un beso. Tuvo que insistir bastante para que Stefany acepte salir con él nuevamente: manejaba mototaxi y eso no daba buena imagen... Luego de dos semanas aceptó, cuatro meses después pasaron a la convivencia y a los siete ya eran marido y mujer.

Andy García Granados se casó teniendo solo dieciséis años de edad. Cuando le preguntamos a Stefany Subieta cómo se decidió a salir con alguien cinco años menor, se ríe y cuenta que no sabía eso en la discoteca: “¡El me mintió! Me dijo que tenía diecisiete y estaba por cumplir los dieciocho”.

Después todo fluyó, fluyó muy bien, y a decir de ella, tal vez un poco rápido, “Yo tenía que ir a vivir a España, así que nos casamos antes de que me vaya”. Andy, con bastante recelo y una sonrisa nerviosa, confirmó que fue ese viaje el que decidió el matrimonio: “Como ella tenía que viajar me tuve que asegurar”. Así, Andy pasó a formar parte del grupo de los independizados o emancipados.

Emancipados

En todo el Perú son solo 70 jóvenes que integran esta categoría: adultos que eligieron serlo, con todas las obligaciones de ley, antes de cumplir los 18.

Son solo dos las formas en que se puede formar parte de este reducido grupo: o casándose, u obteniendo un título a nombre de la nación. Evidentemente, el primer caso es bastante más común. Según el Código Civil peruano, los menores de edad pueden contraer matrimonio a partir de los 16 años, siempre y cuando tengan el consentimiento de sus padres.

En el caso de Andy, su madre los apoyó desde un inicio. Aunque le parecía que la relación iba muy rápido, prefirió dar su aprobación para evitar que se escapen o se vean a escondidas: “Si les prohíbes algo, peor es. Más empeño le van a poner”.

Fabiola Granados Manzanaros es bastante menos tímida que su hijo. Convencida de que con un documento de identidad propio Andy podría valerse por su cuenta, lo acompañó en los trámites que siguieron en la Reniec.

“Yo pensaba que el DNI era lo más importante para conseguir trabajo, que con eso ya le iban a dar trabajos o le abrirían puertas, pero por ser menor de edad, por más que tenga DNI, no puede, no le dan trabajo”.

La ley 27201 de 1999 establece que el grupo de emancipados puede ejercer sus derechos como adultos. El artículo 46 del código civil establece que la incapacidad civil cesa también para ellos. Por lo tanto, pueden votar, sacar licencias de conducir y hasta administrar fondos con ciertas restricciones.

Sin embargo, ya sea por decisión consciente o desconocimiento, las empresas prefieren contratar gente que haya cumplido los dieciocho. “No es que seamos ociosos -cuenta con cierta desesperación la madre de Andy-, no es que no haya buscado, no es que no le haya enseñado a trabajar. ¡Sabe de todo! Pero en ningún lado lo aceptan”.

La pesada carga extra

El caso de Andy es aún más particular. De los 70 emancipados, solo tres tienen 16 años. Uno vive en Huánuco, otro en Loreto; el tercero es él.

Andy nació en Chosica, a pocos kilómetros de su actual vivienda. Es el segundo de seis hermanos, a los que su madre crió por su cuenta desde hace ocho años, cuando su padre los dejó y tuvieron que regresar a vivir a la casa de la abuela materna.

En el 2000 le detectaron cáncer al útero a su madre. Siguió el tratamiento por unos meses, pero nunca pudo culminarlo. “No he vuelto a Neoplásicas porque no tengo los medios necesarios”.

Actualmente Andy trabaja eventualmente como mototaxista en Chosica, pero con lo que gana, no le alcanza para independizarse como quisiera, mucho menos para ayudar a su madre.

Junto a Stefany ahorraron el dinero para la cuota inicial de una moto propia, aunque tampoco les dieron el crédito: él es menor de edad, y no hay quien los avale. Stefany volvió de España hace dos semanas pero espera regresar cuanto antes, pues cree que ahí ambos podrán encontrar trabajo.

Sin embargo, Andy no se resigna. No quiere dejar a su madre, y sigue buscando un empleo con el que probarle a Stefany que pueden quedarse en el Perú, que la tierra donde nacieron no los marginará para siempre, que sí tienen futuro y que no es imposible que construyan algo acá. Hace dos semanas postuló a una cadena de supermercados, aunque esta vez ni siquiera aceptaron la ficha que entregó.

En realidad, sus esperanzas están en el nuevo gobierno. Durante las elecciones ya le había contado a su madre las razones de su voto: “Quiero que todo cambie, que nos vaya bien. No quiero que mi esposa se vaya, ni tampoco quiero irme yo y dejarte aquí”. Mientras tanto, él sigue buscando un trabajo, que en realidad, determinará su futuro.

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